El misterio de las tres copas

El misterio de las tres copas

TEXTO: LUIS SÁENZ GAMARRA

MAZARRÓN, ENERO DE 1956

En la orilla del mar se encontraron tres copas con un poso de sales, y cerca, dos cuerpos: dos cuerpos muertos, uno era de una mujer; el otro, de un hombre. La mujer vestía abrigo de piel y por lo demás estaba desnuda; el hombre llevaba un abrigo gris. Nada se sabía de sus identidades, ni de su procedencia, ni de sus propósitos, que concluyeron con su muerte a orilla de la inocente playa de Nares, en el Mediterráneo de Mazarrón.

La playa de Nares está a unos 64 kilómetros de la capital murciana. Fuera de la época estival quedaba desierta y solitaria.

En la mañana del día 14 de enero de 1956, domingo, un pescador encontró dos cuerpos ahogados. Casi siempre los cadáveres los hallan pescadores, pastores o buscadores de setas, y así ocurrió en la playa de Nares.

Al poco de iniciarse las indagaciones se supo que una tercera persona, otra mujer, estaba desaparecida, y enseguida se concluyó que probablemente estaría sumergida en el mar y completamente muerta.

La Polícia se volcó en la investigación y principió por curiosear, preguntar, interrogar, incordiar, tomar pruebas hasta conseguir que el embrollo se fuese embrollando. Los testigos aseguraban que las víctimas vestían como señores, que gastaban como señorones, que almorzaron angulas, que durmieron en una pensión modesta, que pagaban con billetes de mil, que contrataron taxis y deambulaban sin objeto. Los más sabios sabuesos estaban perplejos y miraban al mar con cara de gaviota.

La poli rebuscó en las pertenencias de los cadáveres, preguntó en los lugares donde durmieron, interrogó a los taxistas que los llevaron por media costa cartagenera, y entre otras cosas se supo que los tres interfectos porfiaron en acudir a una playa solitaria.

Todos los que conocieron los hechos se sorprendieron de una extraña circunstancia: en el lugar del suceso, puestas muy tiesas sobre una roca, había tres copas de fino cristal con un poso de bebida en su fondo.

Cuando un cadáver se empeña en ocultar las causas de su deceso la multitud se pone atacada de curiosidad y chismorrea nerviosa y exige explicaciones a quien corresponda. Así que los investigadores analizaron los posos de las copas hasta concluir que allí había veneno encerrado.

Interrogaron con tenacidad a los testigos, y supieron que los cadáveres, de vivos, habían comprado hacederas en una droguería. La prensa se revolvió inquieta ante ‘el misterio de las tres copas’, un suceso tan misterioso como popular. El redactor jefe del diario ABC envió un reportero sagaz para enterarse de todo y contarlo. Se escribieron decenas de crónicas. Pero fue el semanario ‘El Caso’ el que vendió más este suceso. Narró la belleza de la mujer muerta, que según ellos era hermosa de hechuras y con la melena caoba, además, como apareció casi desnuda, y cubierta la piel de pieles, añadía un tinte morboso y sexual. Pero dama tan hermosa fue sometida a la correspondiente autopsia. Las vísceras las enviaron a Madrid, donde iban a analizarla por lo menudo, o por los menudillos. Y se supo definitivamente que los dos muertos habían envenenado sus cuerpos, voluntaria o forzadamente, con monóxido de potasio, principio activo que se halla en las sales de hacedera, y que habían bebido su muerte en copa.

El agua de mar es salada, muy salada en el mar Mediterráneo. Tomada a grandes sorbos ahoga, un final muy desagradable. Por eso los tres hermanos decidieron envenenar sus sentidos como medida previa antes de someterse al baño fatal.

Cuidadosas pesquisas resolvieron que unos papelitos empapados en agua de mar, que aparecieron en el bolsillo del abrigo del hombre, eran su carné de identidad o DNI.

De ahí a localizar el origen de los fallecidos hubo sólo un paso. Eran riojanos, de Haro. Eran los dueños del Hotel Higinia, de Haro de toda la vida. Pero una de las hermanas, Marina, continuaba desaparecida y los sondeos en el piélago y por las inmediaciones continuaron sin resultados. Barcas con potentes reflectores auscultaron el mar y sus fondos en el entorno de la playa. Nada se supo de Marina, hasta ahora.

El semanario ‘El Caso’ se hinchó a vender periódicos con ‘el misterio de las tres copas’ o ‘crimen de Mazarrón’, aunque crimen no parece que hubo. Esos seres ociosos que leían ‘El Caso’ se rompían la cabeza sobre la vida y milagros de aquellos hermanos, tan decididos y suicidas. Además, se les creía ricos.

Los tres hermanos, que efectivamente eran jarreros y muy conocidos, formaban parte de una honorable familia expropietaria del conocido Hotel Higinia, que ya explotaron sus padres. Seguramente cansados de ver disfrutar las vacaciones al prójimo, decidieron liquidar el negocio y emprender otro más descansado. Traspasado el hotel, los Pérez Nanclares se trasladaron a Bilbao, primero, y posteriormente a Madrid. Pero les fue mal, muy mal, tan malamente mal que asfixiados por las deudas resolvieron segar su ruina por lo sano.

Concretan el modo, veneno y agua salada, y emprenden un estrambótico viaje hacia las playas mediterráneas. Recaban en Cartagena y luego en la playita de Nares, en Puerto de Mazarrón, en el invernal enero de 1956. Iban decididos a tomar las aguas de la muerte, en un cóctel de vino y sales de hacedera, un veneno letal para una saga familiar tan honrada y tan arruinada. En la orilla del mar se encontraron tres copas con un poso de veneno, y cercados cuerpos. Dos cuerpos muertos: María Luisa, y Julio, y la tercera, Marina, la hermana mayor, se quedó a vivir con las algas del mar para siempre.

Este suceso tuvo alcance nacional. El periódico ABC, en su edición de Andalucía, ‘LaVerdad de Murcia’, y ‘El Caso’ le dedicaron muchas páginas a; ‘Nueva Rioja’ lo trajo en su portada varios días. Por último, se realizó una película, cuyo guión se inspiraba en este suicidio colectivo.

Un ejemplar de Nueva Rioja en su equipaje de muerte

En el maletín abandonado por las víctimas en la playa de Nares se encontró un ejemplar de Nueva Rioja de 30 de julio de 1953, que informaba de un suceso ocurrido en Valencia y donde un hombre, de profesión vendedor ambulante, había muerto envenenado con sales de acedera en este caso por error.

Era una trágica coincidencia que precisamente el veneno encontrado en las tres copas fuera el mismo que el que había matado tres años antes a este comerciante, suceso del que se informaba en nuestro diario.

Qué se puede concluir: primero, la desesperación que hubo de inundar a toda la familia para tomar una decisión tan terrible.

Como aserto menor, afirmar también que es muy probable que los Pérez de Nanclares Gómez conocieron por nuestro diario, entonces Nueva Rioja, el veneno con el que concluyeron su extraño viaje hacia el sueño eterno.

LOS DATOS

Identidad de los hermanos: Marina Pérez de Nanclares Gómez: 52 años, soltera. Julio Pérez de Nanclares Gómez: 62 años, soltero. María José Pérez de Nanclares Gómez: 42 años, soltera

El veneno: Broxalato potásico Sustancia tóxica contenida en las hojas de un tipo de planta poligonácea, la hacedera o vinagrera

Circunstancias: La familia fue dueña del Hotel Higinia, de Haro. Se les encontró una botella de vino de Rioja y un ejemplar del diario Nueva Rioja en el equipaje

Suicidio colectivo: Este parece ser el motivo de su desaparición y muerte, ocurrida el 14 de enero de 1956

Ilustración

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MANUEL ROMERO

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