Crimen y muerte de un subcomisario

Crimen y muerte de un subcomisario

TEXTO: LUIS SÁENZ GAMARRA

LOGROÑO, 19 DE JULIO DE 1985

Esta es una historia de dos amigos: uno, joyero –viajante de joyería–, el otro, subcomisario de policía. Dos matrimonios unidos por la amistad de las esposas y por un negocio
compartido.

Domingo Martínez Andrés, conocido como ‘Chomin’, de 43 años, vecino de Logroño y viajante de joyería, emprende viaje en la mañana del 19 junio de 1985 con destino a Calahorra. Domingo es portador en su vehículo de un muestrario de joyería cuyo valor alcanzaba los 30 millones de pesetas.

Era un viaje rutinario, un monótono día de trabajo para enseñar su dorada mercancía: mantas de relojes, mantas de anillos, pendientes, un poquito de brillantes, un poquito de diseño caro, bastante bisutería juvenil, y la sonrisa colgada del muestrario; el verbo cálido, envolvente, de vendedor convencido… Llevaba tiempo en ese oficio de mercadeo y la experiencia era su cátedra de vida. Domingo Martínez era un viajante de comercio y esa mañana hacía su ronda rutinaria a los clientes de La Rioja Baja.

Pero Domingo no hizo este viaje solo, le acompañaba Justino, su íntimo oculto enemigo, que se subió al coche como una avería fatal. Domingo era un tipo dicharachero y conducía tan contento con su inesperado acompañante. Eran compañeros en tantas eventualidades, y no le extrañó que Justino le pidese que le llevara a otro destino.

Al poco de salir de Logroño ocurrió que Justino dijo: «Para un momento, que no puedo de ganas…». –Aguanta un poco, acabamos de salir.

Domingo era un tipo que había corrido muchos mostradores, era transigente y simpático. Caía bien a todo el mundo.

–De verdad, es queme meo. No he ido al baño antes de salir, siempre me andas metiendo prisa.

–Vale, paramos en los árboles aquellos, ahí puedo estacionar.

Justino llevaba la pistola amartillada en el bolsillo y la empuñaba en la mano. Domingo redujo la velocidad hasta parar el motor, metió el coche en un camino rural que entraba a una finca de olivos. En cuanto los dos hombres estuvieron fuera del vehículo Justino se separó unos metros. Su amigo también salió del coche y se dirigió a la puerta trasera para echar un vistazo a una de sus maletas con joyas. Pero Justino apenas dio tiempo a que la brisa del campo acariciase sus caras. Sacó la pistola, estiró el brazo y a menos de dos metros le metió un tiro en la cabeza a Domingo Martínez Andrés, que se derrumbó como se derrumba un cuerpo muerto, con el cerebro destrozado.

Justino Gonzalo Ruiz del Río asesinó y robó a su amigo, el joyero Domingo Martínez, y se suicidó en el Ebro

De estos hechos que les he contado uno concluye: qué induce a un hombre, funcionario de la Policía con muchos años de servicio, esposo y padre de familia, qué le impulsa a pegarle un tiro en la cabeza a un amigo. Una persona decide de pronto cometer un homicidio espeluznante. ¿Cómo se decide, uno lo va urdiendo lentamente, con un plan meticuloso, o es una decisión súbita? ¿Cómo funciona la fábrica de las decisiones irreparables?

Los hechos indican que el móvil de este crimen fue la ambición, el deseo de enriquecerse. Pero la tardanza en regresar a casa de Domingo inquietó a Aurora, su esposa. Pasaron las horas vespertinas y la preocupación fue en aumento, hasta decidirle a denunciar la  desaparición de su marido.

Al día siguiente y en la vecina ciudad de Vitoria, el cuerpo de Domingo Martínez,‘Chomin’, fue descubierto gracias a una llamada anónima. Alguien vio un oscuro reguero de sangre que partía del maletero de un coche aparcado y corría tímidamente por la calzada hasta anegarse en un coágulo.

El cadáver de Domingo Martínez Andrés apareció con la cabeza destrozada en el interior del portamaletas de un automóvil estacionado en la plaza de Zumaquera. La sangre que partía del vehículo puso en guardia a la policía vitoriana, que halló al viajante muerto, en posición fetal y con la cabeza cubierta con una bolsa de basura. La Policía identificó el cuerpo como el del hombre desaparecido en Logroño.

Tras la aparición del cadáver hubo funeral multitudinario, con proclamas del colectivo de joyeros. Los días transcurrieron y ni se conocieron detalles del suceso ni por supuesto al autor del homicidio. La policía y los jueces avanzaban lentamente en sus indagaciones. Para explicar aquel crimen la Policía barajaba el móvil del robo de las joyas que llevaba Domingo. Sin embargo, algo dio un sesgo nuevo a las pesquisas policiales.

Durante el mes de octubre, el cerco al asesino se había hecho tan estrecho que el subcomisario Justino, como principal sospechoso, es llamado a declarar y confiesa todos los pormenores de su crimen. Una parte del botín, cuatro maletas con varias mantillas repletas de anillos, sortijas, pendientes y collares de oro, según confesó el subcomisario, se hallaba escondida en un paraje del puerto de La Herrera, en la sierra de Toloño, a unos 25 kilómetros de Logroño.

Ocho funcionarios de la Policía, de Pamplona, Vitoria y Logroño, le acompañaron al alto de Peñacerrada. Por deferencia, Justino Gonzalo iba sin esposar. De pronto, intentó zafarse de sus compañeros y se acercó a un precipicio. Fue neutralizado. Allí mismo se halló una parte del muestrario de las joyas, calibrado entre el 85% y el 90% de lo robado, cuyo volumen total, tasado hoy en Madrid, puede alcanzar 40 millones de pesetas.

La otra parte del botín, según dijo el subcomisario Justino Gonzalo, se hallaba en un paraje próximo al Ebro, muy cerca del castillo de Davalillo, donde el río hace un recodo y se adentra en una zona de remolinos de unos tres metros de profundidad y unos 40 metros de anchura. Allí se desplazó el grupo de policías. Ya en las proximidades, Justino Gonzalo escapó hacia el río y penetró apresuradamente en las aguas. Sus compañeros de la Policía
aseguran que sí sabía nadar.

Un inspector de Policía de Pamplona se lanzó tras él pero mientras se hundía en las aguas rechazó con arañazos la mano de su compañero. Al poco, el homicida desapareció en el río.

LOS DATOS

La víctima: Domingo Martínez Andrés: Representante de joyería, viajaba con muestrarios de joyas. Su asesino era su amigo Justino.

El asesino: Justino Gonzalo Ruiz del Río: Subcomisario de Policía. El 19 de julio comete el asesinato y el 9 de octubre, acorralado, se suicida en el Ebro.

El botín: El precio de las joyas que llevaba el joyero se calculó en 30 millones de pesetas.

Ilustración

MANUEL ROMERO

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