Asfixiada por su marido con una bolsa  del Sabeco

Asfixiada por su marido con una bolsa del Sabeco

TEXTO: LUIS SÁENZ GAMARRA

LOGROÑO, SEPTIEMBRE 1993

Estaba profundamente dormida, eran más de las cinco y a esa hora el sueño la  mecía como las aguas de un baño termal. Alguien se movía en las sombras, llevaba el sigilo entre las manos y una  bolsa de plástico preparada para tapar las válvulas de la vida.

Ella notó un peso en la cara, un ahogo, un sofoco asfixiante. Alguien le estaba ahogando. Gritó: ¡Ah! ¡Dios mío, Dios!, ¡Me ahogo! Movió la cabeza, agitó el cuerpo en,  braceó tratando de quitarse las mantas, las sábanas, el peso que le quitaba el aire. Alguien forcejeaba en taparle la boca, quitándole el aire. Como loca en un ataque epiléptico, tirando puñetazos al aire vio al hombre en la penumbra, era  el  bestia de su marido, lo conocía bien.

Los gritos  habían despertado al hijo, que entró en la habitación.

—¡Quítate de encima! —El chico se abalanzó sobre su padre  que se retiró rápido y salió de la alcoba. Madre e hijo se abrazaron, vino el ataque de nervios, el susto, los temblores, el llanto.

…Y denunciaron los hechos  a la policía.

—Es un caso de violencia de género, un crimen—dijo un policía—. Por poco la mata, el muy cabronazo, cuando la mujer  dormía, del sueño terreno al sueño eterno.

"Con una bolsa del Sabeco, el muy hijo puta, que me quería asfixiar"

Hacia las cinco y media de la madrugada del mes de septiembre se produjeron los hechos: el hombre  intentó asfixiarla con una bolsa de plástico de los supermercados Sabeco.  Aprisionó   la bolsa con fuerza sobre la cara de su mujer  con el objeto de taparle boca y nariz, impedirle la respiración y provocarle la muerte por asfixia.  La Policía aseguró que cuando ellos llegaron el marido, del que estaba en trámites de separación,  se encontraba en la casa sentado en un mullido sofá, viendo la televisión, en una aparente e impropia  serenidad.

— Fue el hijo de la mujer quien dio la alarma y nos  llamó. Si ésta socia no llega a resistirse ahora estaría fría —dijo el sargento muy convencido.

El juez, en sus consideraciones afirmó que  “la forma de ejecución del delito fue imperfecta, pero la actuación del procesado constituyó un delito de parricidio, ya que de consumar su propósito hubiese conseguido matar a su mujer.” O sea  que opinaba igual que el sargento pero por lo finolis.

“Para causar la muerte de su cónyuge buscó la utilización de un medio que le asegurase la ejecución segura y que le permitiese, a su vez, eliminar la defensa de su víctima. Además buscaba sorprenderla inesperadamente  a una hora avanzada de la madrugada” afirmaba el juez.

Oídas las sesudas consideraciones del magistrado la mujer se llevó la mano derecha al cuello y en un susurro dijo:
—Con una bolsa del Sabeco, el muy hijo puta, que me quería asfixiar.

El fallo condenó  al hombre a nueve años de prisión menor, a indemnizar a su esposa por las lesiones sufridas y a un millón de pesetas por perjuicios y daños morales sufridos. El periódico diario La Rioja, por su cuenta, le condenó a salir en una foto de cuerpo entero en la página seis, esposado, de pie ante el  tribunal, con una cara de bruto que da miedo.

El fiscal  había solicitado quince años y la acusación particular veinte, pocos si se tiene en cuenta que el arma parricida era una vulgar bolsa de supermercado y que el horror de la muerte por asfixia, en la noche, trastornó la vida de esta mujer, que finalmente se quitó de encima a ese monstruo de marido y pudo iniciar otra desahogada y nueva  vida.

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