Cada mañana, Antonia ayuda a su marido a empezar un nuevo día, enfrentándose con una sonrisa al Alzheimer que sufre desde hace dos años
Antonia mira con admiración a su marido. Sabe que para él esta situación tampoco es sencilla, pero aunque el enfermo es él, la que lleva el peso de la enfermedad es ella. Como él mismo dice, ella es su bastón. Antonia no se engaña, es consciente de que su marido tiene Alzheimer y que es algo que no tiene cura, pero lucha cada minuto porque la vida de Bienvenido sea lo mejor posible y por estar junto a él. Sabe que los recuerdos se borran, pero los sentimientos quedan. Sólo hay que ver a Bienvenido. Es un hombre feliz: le cuidan le dan todo el amor del mundo, le dan cariño, le comprenden… Está rodeado de gente que está decidida a que en la irreversible evolución de su enfermedad, el sufra lo menos posible.
“Me di cuenta de que algo pasaba por el coche. Él siempre había conducido muy bien, pero llegó un momento que le costaba mucho aparcar en el garaje, se ponía muy nervioso y utilizaba unas expresiones que él no había utilizado nunca. Era algo extraño”. Terminó escondiéndole las llaves, pero Bienvenido no quería entender que ya no podía conducir; se las quitaba y se escapaba con el coche. Reconoce que se vio superada por la situación, y pidió ayuda: “Para mí el día más feliz fue cuando encontré AFA Rioja (Asociación de Familiares de Alzheimer). Son las únicas personas que han sabido cómo tratarle”.
Antonia es una mujer valiente que sabe enfrentarse a todo: perdió a su primer marido tan sólo a los seis años de casada, y pasó 30 años en Argentina alejada de su familia; y todo lo ha llevado con aplomo. Pero hay cosas que son demasiado. “Esta es una enfermedad muy cruel”. Lo es para el enfermo, pero también para el cuidador, ya que llega un momento en el que ellos dejan de ser quienes eran, dejan de conocer, dejan de valerse por si mismos…pero no son conscientes. Sólo los que están a su alrededor se dan cuenta de lo que está pasando.
Pero esta mujer no quiere pensar que ese momento llegará. “Por desgracia estoy muy informada y sé cómo va a terminar esto, pero no le doy vueltas. Para mí, el día más importante de mi vida es hoy, mañana ya veremos. ¿Para qué me voy a adelantar a sufrir?” Y lo dice completamente convencida, con una sonrisa, que es la mejor actitud con la que enfrentarse a esta situación.
Antonia no puede expresar más felicidad cuando habla de AFA. “Esto ha sido mi salvación y la de Bienvenido”. Las chicas les dan todo el amor, la paciencia, la comprensión y el cariño del mundo a los enfermos y ellos lo recompensan con una sincera sonrisa. Se respira felicidad y eso es lo que importa. “Si alguien tiene un familiar enfermo no tiene que dudarlo. Tiene que buscar ayuda. Además de que las chicas te lo explican muy bien todo, dos veces al mes te reúnes con otros familiares de enfermos, y compartes experiencias, te ayudas, aprendes…”
El principio
“El primer momento es muy duro”, reconoce Antonia, “no sabes muy bien qué significa que tenga Alzheimer y no comprendes cómo es posible que no haya una cura. Al final, lo terminas comprendiendo con el día a día”. Esta mujer se arma de moral y paciencia todas las mañanas para enfrentarse a una rutina constante: la de intentar que Bienvenido sea autónomo el mayor tiempo posible y para eso hay que trabajar con él, dejarle que lleve a cabo actividades cotidianas como poner la mesa, vestirse, comer… “Mi cruz parece la más pesada, pero hay otras más pesadas, es saberla llevar día a día. Lo quiero y tengo que hacer todo lo posible por él. Yo no quiero que se marche nunca de mi casa, pero no sabemos hasta dónde vamos a llegar, ni hasta dónde llegarán mis fuerzas”.
Antonia se queda pensando y echa la vista atrás. Recuerda los momentos vividos junto a su marido: “durante estos 21 años me lo he pasado de maravilla, me he recorrido Europa, que era lo que siempre habíamos querido hacer”, resume con una carcajada.
Antonia no es conciente de lo buena cuidadora que es, de que cada caricia que le entrega a su marido es una gran labor, un segundo de alegría; pero Bienvenido si se da cuenta, y lo agradece. Se percibe en cómo mira a su mujer, seguro de que ella estará ahí siempre, cuidándole, siendo su bastón cada día.