Andrés Martínez Sánchez
El Delegrado Territorial de Once
Nombre: Andrés Martínez Sánchez

Edad:56 años
Resumen

Andrés Martínez Sánchez, delegado territorial de la ONCE en La Rioja, se enfrenta a un nuevo reto en su vida: hacer el Camino de Santiago.

Delegado territorial de la ONCE en La Rioja

“Lo que nos hace diferentes son nuestras capacidades, no nuestras discapacidades”

Andrés Martínez Sánchez, delegado territorial de la ONCE en La Rioja, se enfrenta a un nuevo reto en su vida: hacer el Camino de Santiago.

Andrea Ceniceros | larioja.com
Andrés Martínez Sánchez

Para este montañero, el Camino de Santiago es un camino más. Para el resto de peregrinos, que Andrés y sus compañeros bajen cuestas de piedras sueltas es toda una hazaña. Y es que, de las 22 personas que han emprendido esta aventura juntas, solamente tres pueden ver perfectamente. Son 3 guías canarios, que se disponen a ser los ojos del grupo. Objetivo: Santiago. Motivo: conocer nuevas experiencias y gente maravillosa.


“El Camino tiene algo especial” comenta. Y todo lo almacena en su disco duro. Un invidente no oye mejor, ni tiene mejor olfato que el que puede ver, la diferencia radica en que el vidente olvida que tiene más sentidos aparte de la vista y no los usa al 100% de su capacidad. Eso sí, a falta de fotografías o cuaderno de bitácora, el ciego desarrolla más su memoria. Los paisajes los recuerdan por las descripciones que les hacen los guías, y agradecen el paso por los pinares, por la sombra que les dan y por el buen aroma. Como cualquier otro caminante.

Esfuerzo y sacrificio
Dos constantes en la vida de las personas con discapacidad son el esfuerzo y el sacrificio, pero como bien dice Andrés: “Donde hay mucho esfuerzo, y donde hay sacrificio, seguro que la meta es fácil de alcanzar”. Ser ciego nunca le ha impedido nada, al contrario, es un impulso para conseguir todo lo que se propone.
Las dificultades que Andrés ha encontrado a lo largo del camino son las mismas que cualquier peregrino. “Lo peor son los pies”. Pero también tiene sus trucos, una compresa con alas bajo la plantilla, y el camino se hace ‘volando’, bromea.

 Reconoce, sin embargo, que un grupo de invidentes solos no lo podrían hacer. Hay muchas zonas arriesgadas, descensos de tierra y piedras peligrosas. Para bajadas como esas están las barras direccionales. El guía va delante, en el medio un ciego total, y al final de la barra un ciego parcial. En las zonas más ‘amables’, el guía y el invidente van agarrados a un aro de cuerda, para poder bracear pero también indicar a tiempo las maniobras. Estos artilugios tan útiles y cotidianos para ellos, sorprenden al resto de peregrinos.


Andrés dice además tener unos kilos de más como dificultad añadida. Siempre se ha entrenado para deportes explosivos, para darlo todo en un segundo, y su complexión física es retrato de ello. La resistencia no es su fuerte pero tampoco es un impedimento. Nos lo cuenta para recalcar que el que algo quiere, algo le cuesta. Por eso él nunca se rinde.


Una gran familia
En casa, ya lejos del Camino, la vida de Andrés fluye con normalidad. Esta casado y tiene dos hijos. Tiene un trabajo que le gusta en un puesto importante, y ha conseguido varias medallas paralímpicas. Todo ello lo ha logrado gracias a la perseverancia, pero también gracias al apoyo de un grupo como la ONCE. Dentro de la fundación, el grupo de montaña de Cataluña es el que ha impulsado esta iniciativa a la que se ha unido nuestro protagonista, pero éste no es un proyecto único: todo el año se trabaja para que las personas invidentes y con otros tipos de discapacidad puedan llevar una vida totalmente normal. Y es que, al fin y a cabo, un ciego es un peregrino como otro cualquiera.

 

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