Said Kouri
Said acompañado de su familia de acogida
Nombre: Said Kouri

Edad:11 años
Resumen

Cuando Rocío y Cristina hablan de Said se les ilumina la cara. “Es muy cariñoso, te agarra de la mano, te da besos y se pasa el día riendo”, comentan. Y es que este pequeño saharaui es la alegría de la familia. Son cinco veranos los que ha pasado en La Rioja y ya se ha convertido en el rey de la casa.

Refugiado del Sáhara

"Recibes el doble de lo que les das"

 

 


El pequeño Said ha venido a pasar el verano a La Rioja por quinto año consecutivo

TERESA LAPRESA | larioja.com
Said en su casa Logroñesa

Tiene once años y probablemente este sea el último del que pueda disfrutar en La Rioja. Es uno de los 38 niños saharauis que ha venido a La Rioja este verano con el programa ‘Vacaciones en paz 2010’. Se trata de una oportunidad única para el pequeño: venir a Logroño y poder reencontrarse con su familia de acogida y con los amigos que ha hecho en estas tierras durante los últimos años, que no son pocos. Rocío, sus hijas, Cristina y Belinda y su marido Fernando, le dan la oportunidad a Said de hacer lo que más le gusta cuando viene a Logroño: ver a su familia riojana y a sus amigos, ir a Alcanadre, bañarse en la piscina y jugar con la Play Station. Además, durante los meses estivales que el pequeño pasa en España se libra de los más de 50 grados que reinan a la sombra del desierto del Sáhara en esta época y tiene revisiones médicas.

Aunque al principio se muestra tímido, enseguida se suelta y con una enorme sonrisa y hablando un castellano casi  perfecto relata, acompañado de Rocío y de Cristina, cómo es su día a día.
Es el quinto de seis hermanos y vive en una casa formada por habitaciones separadas hechas de adobe, con una gran jaima, en la que comparte mucho tiempo con su familia.   «Cuando salgo del cole tengo que hacer los deberes y luego puedo ir a jugar a fútbol con mis amigos». Aunque Rocío comenta que la semana pasada dijo que quería ser piloto, Said afirma que «quiero ser médico para curar a la gente».

El pequeño no parece consciente de la felicidad y la alegría que su estancia en La Rioja crea en todos los que le rodean. Rocío y Cristina se acuerdan con mucho cariño el primer día que llegó a Logroño. «Para él todo era nuevo, en cuanto pasamos por la fuente Murrieta empezó a decir piscina», comentan, «sus hermanos ya habían estado en España y es la primera palabra que aprenden, se la habían enseñado a Said como una cosa grande con mucha agua». «Abrió los ojos como platos al pasar por la Torre Blanca y se agarró a mi pierna cuando subimos en el ascensor», recuerda Rocío con una sonrisa. «Enseguida comenzó a farfullar palabras en español, y viendo los dibujos animados aprenden mucho».
Cristina cuenta cómo tomaron la decisión de acoger a un niño durante el verano «estaba de tiendas con mi hermana cuando vimos un cartel, al llegar a casa se lo comentamos a mis padres y dijeron que vale». «Llamamos a la asociación y estábamos fuera de plazo pero no hubo ningún problema porque siempre se necesitan familias de acogida». Rocío asegura que «los trámites son sencillísimos, además no hay que pagar el viaje ni nada, sólo los gastos que ocasiona cualquier niño». «No hay que romperse la cabeza para vestirlos, no hay que comprarles muchas cosas ni es un gasto excesivo, además donde comen cuatro comen cinco», afirma Rocío. Admite que «al principio cuesta porque encuentras muchos inconvenientes, pero las pegas que vemos se solventan mucho más fácilmente de lo que pensamos».

«Tienen mucha alegría y cariño, lo que les das lo recibes doble. Aportan compañía y la ilusión de tener a un pequeño en la casa», dice Rocío. Cristina añade que «son muy alegres y como allí no tienen los mismos recursos lo reciben todo con una sonrisa, todo les gusta. Estoy convencida de que es lo mejor que hemos podido hacer». «Que nadie lo dude, es una labor tremenda sacarlos de allí en verano y aquí están estupendamente».
«Vienen dos meses de vacaciones y lo pasan realmente bien pero no se olvidan de su familia, quieren volver a casa a verla y les encanta el desierto». Aseguran que «da mucha pena cuando termina el verano, son dos días de nostalgia y dos lagrimitas cuando se van, pero por eso no se les puede privar de los dos meses que pasan aquí».

 

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