José Ortega Subirán
José Ortega Subirán, transplantado de riñón
Nombre: José Ortega Subirán

Edad:43 años
Resumen

José Ortega sufrió una enfermedad de riñón hace 14 años. Después de 20 meses de diálisis y mucha paciencia encontró un riñón para él. A partir de ese momento ha llevago una vida normal dedicada a sus hijos.

Trasplantado

"La clave es la paciencia"

José Ortega Subirán perdió los dos riñones por culpa de una enfermedad renal. Tras 20 meses de diálisis consiguió el deseado trasplante

José Luis Alonso | larioja.com
José Ortega Subirán, transplantado de riñón

¿Cuánto tiempo serías capaz de aguantar por la espera de una llamada crucial? Esa llamada del chic@ que le gusta y que sueña que suene el teléfono para una cita o esa llamada para comunicarle que ha pasado el proceso de selección y ha sido seleccionado para el puesto que ambiciona. Veinte meses de diálisis, sumados al proceso de su enfermedad, fue lo que tuvo que aguantar José Ortega Subirán hasta que el teléfono sonó y le comunicaron que había un riñón que le esperaba.

La vida para este camionero arnedano cambió el día que tuvo un accidente en el trabajo, en principio sin importancia, originado por unos mareos en la cabeza. Primero fueron unos puntos y dolores, luego la tensión alta y todo desembocó en una enfermedad que le provocó la pérdida de los dos riñones.

La vida anclada a una máquina

Con 24 años todo se vino abajo y comenzó el proceso de asimilación para lo que le esperaba. “A mi pareja le tocó todo, porque empecé con ella, y justo yo caí enfermo así que ha vivido todo el proceso. El cambio de vida fue radical porque la enfermedad me metió en casa y lo peor que se podía hacer era darle vueltas a la cabeza”, señala.

Por medio de ALCER le comunicaron el proceso que tenía que seguir, que no era otro que permanecer unido a una máquina de diálisis tres días a la semana durante cuatro horas. La hemodiálisis es un método para eliminar de la sangre residuos, así como agua en exceso, cuando los riñones son incapaces de realizarlo, pero conlleva ser minucioso con la tarea, ya que sólo se puede beber medio litro más del que se orine.

 “Eso sí que era duro porque no podía hacer nada toda mi vida giraba en torno a las sesiones de diálisis, estaba agarrado. Se acabaron los planes de fines de semana o vacaciones. Si quería viajar a otra ciudad tenía que ponerme en contacto con otro centro de salud y otro paciente que quisiera venir a Arnedo para poder intercambiarnos las máquinas, era una odisea. Tuve suerte porque después de hablar con ALCER y realizar un curso durante casi cuatro meses mi madre me ayudó con la hemodiálisis y conseguimos hacerla en casa”, recuerda.

Una psicóloga y una asistenta social se encargaron de prestarle ayuda para asumir la evolución de la enfermedad. “La verdad es que lo agradeces y es necesario porque si te empiezan con tecnicismos, estás perdido. Además le das demasiadas vueltas al coco y te puedes volver loco”, afirma entre risas.

El trasplante de la libertad

Se suele decir que las cosas ocurren cuando menos te las esperas pero en este caso no por esperado fue sorprendente. “Estábamos en casa acabando la diálisis cuando sonó el teléfono y me comunicaron que en Bilbao había un riñón que podía ser compatible. Vino una ambulancia a buscarnos y allí que nos fuimos. Acabaron de hacerme las pruebas pertinentes por la noche y a las siete de la mañana ya me comunicaron que era para mí. Todo fue muy rápido porque para las once ya me habían trasplantado el riñón. Funcionó desde el quirófano, no dio ningún problema. Y de ahí hasta ahora”, evoca.

Esa noche durmió del tirón liberando todas las tensiones, recuerdos y esperanzas acumulados durante los últimos años. Tras once días en el Hospital de Cruces de postoperatorio los médicos le dieron el alta y lo enviaron a casa. “Llegas del hospital, que te mueves por allí y te crees el más valiente del mundo, pero cuando llegué a casa y decidí ir a por el periódico que lo tengo a 400 metros casi no llego, se mi hizo de largo… casi tardo tres horas”, sonríe.

Ahora cada tres meses tiene que pasar la oportuna revisión pero aprovecha que está en el paro para cuidar de su casa y criar a sus hijos. “Me encuentro bien, sabes que te tienes que cuidar, y que estás limitado porque no puedes hacer grandes esfuerzos, pero de vez en cuando salgo de caza (no muy lejos) y disfruto de lo que tengo”, resalta.

El trayecto hasta el trasplante es largo pero José conoce la esencia, “la enfermedad es dura pero con paciencia porque sabes que algún día te llegará todo es más soportable. La cabeza es muy traicionera porque como te obsesiones con una fecha es muy malo por eso la clave es la paciencia”, recomienda.

La mente de un trasplantado continúa en ebullición y siempre les queda ese final deseado, conocer a la familia del donante para agradecérselo. “Me gustaría saber quién es el donante para darle las gracias pero si me pongo a pensar en ellos eso es más serio y lo entiendo perfectamente y por eso respetó su confidencialidad”. Por eso resalta un aspecto: valorar la actitud del donante y la familia que toma la decisión, “es un acto de amor  para dar vida a otras personas”.

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