Sencillo como la tierra en que nació. Alegre y risueño como el despertar de un cumpleaños. Con un físico frágil, pero firme y seguro en sus convicciones, César Lázaro representa la historia viva de Aspace y escenifica su propia vida. Por un fallo durante el parto, este albendense de 58 años, sufrió una parálisis cerebral para el resto de su existencia. Hablar con César supone bajarte del Ferrari desenfrenado de nuestro día a día. Todo es más tranquilo ya que padece disartrias, una alteración del lenguaje producida por una lesión cerebral, además requiere su tiempo y que afines tus oídos a sus ritmos pero a cambio te ofrece sus sinceras palabras.

“Durante los primeros años fui de médico en médico pero me vino bien porque después de 13 operaciones consiguieron que dejara de andar de puntillas. Viajaba de Madrid a Las Palmas para que me operaran los brazos, las piernas… en fin de todo. En Albelda iba a la escuela por estos problemas tenía poco tiempo para leer o escribir”, recuerda.  Sus padres le protegieron pero no crearon un burbuja a su entorno “me dejaban hacer lo que quisiera como bajar al cine y mi primera película fue ‘El árbol del ahorcado’. En más en una ocasión vine a Logroño yo sólo y subí a mi pueblo haciendo dedo aunque me daba respeto porque iba a otro mundo, quería ir a la discoteca ‘Clipper’ como hacían todos los jóvenes”, señala entre risas. Sus padres le decían “César no puedes bajar a Logroño tú solo porque te puede pasar algo” pero no conseguían plegar sus ansías de volar. 

De la mano con Aspace 

Eran los tiempos de ‘Naranjito’ en el Mundial de 1982 cuando los miedos de sus esperanzas desaparecieron porque Aspace vino a buscarle para ofrecerle sus servicios, y allí comenzó una unión que todavía continúa. La vida de la asociación es la vida de César y resulta emocionante oírle hablar como a partir de una reunión de familias surgió la idea de formar una comunidad para integrarlos. Un periplo que partió de un piso en Gonzalo de Berceo con una habitación para pasar a la calle Beratúa mediante un centro ocupacional y terminar de momento en el sueño cumplido con el fabuloso centro de avenida de Lobete.

“Si quieres algo vete a pedirlo y busca gente a tu alrededor con los mismos problemas”, esa es la filosofía de su vida. Se encargó de demostrarlo cuando decidió que ya no quería más viajes de autobús y pérdidas de tiempo entre Albelda y Logroño. Por eso se animó a vivir en un residencial junto con 18 personas más para compartir las mismas inquietudes.

No desaprovecha nuestra entrevista para mantener su discurso diáfano “a veces tienen la culpa los padres y la sociedad porque nosotros podemos hacer de todo. Sólo pedimos que nos comprendan como nosotros lo hacemos con ellos. A los padres les digo que dejen un poco libres a sus hijos pero sobre todo que les enseñen a ser humanos, estudiosos y a tener una formación”.

Ahora se le ha metido en la cabeza que las nuevas tecnologías son su nuevo reto “queremos demostrar que nosotros podemos conseguirlo”. ¿Alguien tiene duda de que lo conseguirán?